Hace algunos meses tuve la oportunidad de viajar con mi hijo en un avión. Antes de despegar, las azafatas siempre nos dan unas instrucciones de seguridad, indicándonos las salidas de emergencia, las características del avión y que hacer en caso de aterrizaje forzoso en tierra o agua. Una de las instrucciones corresponde a lo que debemos hacer en caso de despresurización de la cabina, en cuyo caso, según nos indican, debemos halar la máscara de oxígeno que caerá por encima de nuestras cabezas, ponernosla, ajustarla y respirar normalmente.
Hasta este punto todo estaba exactamente igual que en ocasiones anteriores, sin embargo, algo, esta vez llamo poderosamente mi atención. Al viajar con mi hijo, tuve que reflexionar mucho sobre una de las instrucciones de la azafata y que luego pude corroborar en la cartilla de seguridad. Según esta indicación, siempre, debes ponerte primero tú la mascarilla y luego ayudar a cualquier persona que se encuentre a tu lado, incluso tus hijos.
Me resulto sorprendente algo que luego resulto ser obvio. Los que tenemos la bendición de ser padres, sabemos que siempre estaremos dispuestos a dar todo por estos seres amados llamados hijos, ¿Cómo entonces pensar que primero yo me voy a poner la máscara de oxígeno y luego se la voy a poner a mi hijo?. Pues claro….
¿Cómo voy a ayudar a nadie, cómo voy a salvar a alguién, aún a mi propio hijo, si aún no me he salvado a mí?. La teoría enseña, pero el ejemplo arrastra, escuché una vez. Para ayudar a alguien, para disponerme siquiera a buscar que alguién obtenga resultados, primero debo hacerlo yo, me debo alimentar, educar y crecer yo mismo, para luego enseñar y compartir con los demás.
Así que, ayúdate tú, tus hijos y el mundo te necesitan.
¿Te gustaría ayudar a muchas personas a estar mejor?
¿Haz pretendido ayudar alguna vez a alguien en algo en lo que tu no tienes sufiente habilidad?
¿Sientes que hay algo en lo que puedes aumentas tu experticia para luego servir a otros?